sábado, 14 de febrero de 2009

Fragmentos del "Sobre la creación" de Filón de Alejandría

Fragmentos del "Sobre la creación" de Filón de Alejandría



Dice (Moíses) que el mundo fue creado en seis días, mas no porque el Hacedor hubiera menester de una determinada cantidad de días; que Dios puede hacer todas las cosas simultáneamente, tanto ordenar las obras como concebirlas; sino porque en las cosas creadas era necesario un orden. El orden, por su parte, involucra número, y de los números, por imperio de las leyes de la naturaleza, el más vinculado a la generación de seres es el 6. Se trata, en efecto, del primer número perfecto a contar desde la unidad, y es igual al producto de sus factores, y, a la vez, a la suma de los mismos, (1 + 2 + 3 = 6; y 1 x 2 x 3 = 6.) siendo el 3 su mitad, el 2 su tercera parte y el 1 su sexta parte. Y su naturaleza es, por así decir, masculina y femenina, resultado de combinar la potencia de uno y otro sexo. En las cosas existentes, en efecto, lo impar es masculino, y lo par femenino; y he aquí que la serie de los números impares comienza por el 3, y la de los pares por el 2, números de los que el 6 es producto.

Tal es la causa por la cual la tierra germinó y se cubrió de verdor antes ya de que fuera ordenado el cielo. La ordenación de éste tuvo lugar después en un número perfecto, el 4. De este número no estaría desacertado decir que es la base y fuente del número completo, (El 10 contiene a todos los números de la tetractys o serie de los cuatro primeros (1, 2, 3, 4), pues 1 + 2 + 3 + 4 = 10. Según los pitagóricos, la tetractys “contiene en sí la fuente y la raíz de la eterna naturaleza”.) es decir, el 10. Porque lo que el 10 es en acto, lo es evidentemente el 4 en potencia. Así, si se suman los números del 1 al 4 el resultado será 10, número éste que constituye el límite de la infinita serie de los números, los que en torno de él, como alrededor de un eje, giran y vuelven sobre sus pasos.

Existe otra propiedad del número 4 cuya mención y consideración provocan suma admiración. Dicho número, en efecto, fue el primero en poner de manifiesto la naturaleza de lo sólido, en tanto que los anteriores estaban relacionados con cosas incorpóreas. Porque lo que en geometría se denomina punto se clasifica en la esfera del 1; y la línea en la del 2, como que de la extensión del 1 queda determinado el 2, y de la del punto la línea. A su vez, si a la línea, que es un largo sin anchura, se le añade la anchura se origina la superficie, la que está situada en la esfera del número 3. Y la superficie, para transformarse en un cuerpo, necesita de una dimensión más: la profundidad, cuya adición al 3 produce 4. De todo lo cual resulta que este número es una cosa sumamente importante, ya que desde la existencia incorpórea y aprehensible por la inteligencia nos introduce en la noción de cuerpo de tres dimensiones, es decir, lo primero que por su naturaleza entra en el campo de la percepción sensorial.



La luz ha procurado a los hombres, aparte de muchos otros bienes, sobre todo el bien mayor, que es la filosofía. En efecto, conducida por la luz hacia las alturas, la vista contempla en ellas la naturaleza de los astros, su armonioso movimiento, las bien ordenadas órbitas de las estrellas fijas y de las errantes, las primeras recorriendo órbitas idénticas e invariables, las segundas circulando con revoluciones dobles, desiguales y opuestas; y las armoniosas danzas de todos ellos, coordinadas de acuerdo con las leyes de una música perfecta; y tal visión llena al alma de un gozo y placer indecible. El saborear sucesivas visiones, pues éstas se suceden unas a otras, trae aparejado un insaciable deseo de contemplaciones. Y entonces, como sucede habitualmente, el alma se pregunta intrigada cuál es la esencia de estas cosas visibles; si se trata de entes increados o comenzaron a existir en un momento dado; cuál es el mecanismo de su movimiento, y cuáles son los principios por los que cada uno de ellos se rige; problemas éstos de los que surgió la filosofía, el más acabado de los bienes incorporados a la humana existencia.

Ha habido quienes, por conjeturas basadas en los cambios que tenían lugar en el cielo, han preanunciado algún movimiento o conmoción terrestre y otros innumerables acontecimientos fuera de lo común, lo que prueba la suma verdad que contiene el aserto de que los astros “han sido creados para ser señales”.

las especies mortales de criaturas vivientes en el quinto día, por considerar que no existe una relación más estrecha con el número 5 que la de las criaturas animales. No difieren, en efecto, las criaturas animadas de las inanimadas más que en la sensibilidad, y la sensibilidad está dividida en cinco partes: vista, oído, gusto, olfato y tacto.

En aquel tiempo todas las cosas se constituían simultáneamente, es verdad. Pero, aunque todas se constituían a la vez, como en adelante la llegada de los seres animados a la existencia tendría lugar procediendo unos de otros, el orden de sucesión aparece necesariamente descrito en la narración. En lo que toca a las criaturas particulares el orden es el siguiente: su naturaleza comienza por lo más bajo de todo, y termina en lo más elevado. Hemos de demostrar qué quiere decir esto. El semen resulta ser el punto de partida de la generación de los seres animados. Salta a la vista que se trata de algo de calidad sumamente baja, parecido a la espuma. Pero, una vez que ha sido depositado en la matriz, se solidifica, y acto seguido, habiendo adquirido movimiento, se torna hacia su naturaleza. Ésta es superior al semen, por cuanto en los seres creados el movimiento es superior a la inmovilidad. Como un artífice, o para decirlo con más precisión, con un arte irreprochable, ella plasma al ser animado distribuyendo la sustancia húmeda en los miembros y partes del cuerpo, y la aérea las facultades del alma, tanto en la de nutrición como en la de la aprehensión sensible. En cuanto a la facultad de razonar, hemos de diferir por ahora el ocupamos de ella, teniendo en cuenta que hay quienes aseguran que la misma procede de fuera, siendo Divina y eterna.68. La naturaleza animada se origina, pues, en algo tan vil como el semen, y acaba en lo más excelso: la formación del animal y del hombre. Y por cierto que esto mismo ocurrió también en ocasión de la creación del universo. Cuando el Creador decidió formar criaturas animadas, fueron los peces, o sea, los más ruines, por así decir, los primeros en el orden; en tanto que los últimos fueron los mejores, es decir, los hombres; y entre ambos extremos, los restantes, vale decir, los animales terrestres y aéreos, superiores a los primeros, e inferiores a los otros.

Ni Dios tiene forma humana, ni el cuerpo humano se asemeja a Dios. El término “imagen” se aplica aquí a la parte rectora del alma, la inteligencia.

No estaría desacertado quien se plantease la pregunta de por qué razón atribuye Moisés la creación del hombre no a un solo Creador como en el caso de las demás criaturas, sino a un mayor número, según parece desprenderse del texto. Presenta, efectivamente, al Padre del universo expresándose de esta manera: "Hagamos al hombre según nuestra imagen y semejanza." (Gén. 1, 26.) Es la siguiente: de los demás seres creados unos no tienen parte ni en la virtud ni en el vicio, como ocurre con los vegetales y los animales irracionales, ya que los primeros carecen de vida animada y se desenvuelven regidos por una naturaleza incapaz de percibir sensorialmente; los segundos porque han sido privados de inteligencia y razón, y la inteligencia y la razón son como la residencia de la virtud y del vicio, a los que la naturaleza ha hecho para habitar en ellas. Otros, a su vez, participan sólo de la virtud, permaneciendo libres de todo vicio: tales los astros. Se dice, en efecto, que éstos no sólo son criaturas animadas sino criaturas animadas inteligentes; o más bien, que cada uno de ellos constituye de por sí una inteligencia, totalmente recta en todos los aspectos y al abrigo de todo mal. Otros son de naturaleza mixta, como el ser humano, que admite las condiciones opuestas: sabiduría e insensatez, prudencia e incontinencia, valentía y cobardía, justicia e injusticia, y, resumiendo, cosas buenas y malas, nobles y ruines, virtud y vicio. Ésta es la causa por la que sólo en el caso de la creación del hombre Dios, según afirma Moisés, dijo "hagamos", plural que revela la coparticipación de otros como colaboradores. El objeto fue que, cuando el hombre obrara rectamente, con irreprochables designios y acciones, Dios, el Soberano del universo, fuera reconocido como el origen de ellos; y en los casos contrarios la responsabilidad fuera atribuida a otros del número de Sus subordinados; ya que no era posible que el Padre fuera causa de mal para Sus hijos, y el vicio y los actos viciosos son un mal.

Dudo yo que alguien pueda celebrar dignamente la naturaleza del número 7, pues es superior a cuanto se pueda decir. Mas no, porque sea más admirable que cuanto se diga sobre ella, hemos por eso de callamos al respecto; y habremos de atrevernos a mostrar, ya que no es posible todos ni los más esenciales aspectos, al menos aquellos que están al alcance de nuestros entendimientos.

A lo ya expuesto podría agregarse lo siguiente: que el 3 es el número correspondiente a la superficie, ya que el punto se clasifica en la categoría del 1, la línea en la del 2 y la superficie en la del 3; y el 4 corresponde a lo sólido por la adición de la unidad, es decir, agregando la profundidad a la superficie. Es por ello evidente que la naturaleza del 7 es el punto de partida de la geometría plana y de la sólida, y, para decirlo en pocas palabras, de las cosas incorpóreas y corpóreas conjuntamente.99. Tal grado de sagrada dignidad se encierra en la naturaleza del 7, que en él se da una relación que ninguno de los demás números de la década posee. De éstos, en efecto, unos son factores sin ser a su vez divisibles; otros son divisibles y no son factores; otros, en fin, son ambas cosas: factores y múltiplos. Sólo el 7 no se observa en ninguna de estas categorías.

Hemos de examinar de qué manera. La suma de los números de 1 a 7 da 28, (1 + 2 + 3 + 4 + 5 + 6 + 7 = 28.) número perfecto éste e igual a la suma de sus factores.(Igual a la suma de sus factores, como el 6: 1 + 2 + 4 + 7 + 14 = 28; siendo los sumandos sus factores porque 1 x 28 = 28; 2 x 14 = 28; 4 x 7 = 28.) El número resultante es el de los días en que se cumple un ciclo lunar completo, y retorna la luna, menguando su tamaño, a aquella forma desde la que había comenzado su crecimiento de manera perceptible. Crece, en efecto, desde el primer brillo de la etapa creciente hasta la media luna en siete días; luego al cabo de otros tantos tiene lugar el plenilunio; y retorna en sentido inverso, como un corredor en la carrera de doble recorrido, por el mismo camino desde la luna llena hasta la media luna, otra vez en siete días, para luego desde ésta volver a la luna nueva en la misma cantidad de días, siendo la suma de todos los días empleados igual al ya mencionado número.

Quienes acostumbran asignar nombres con toda propiedad llaman también “portador de perfección” al 7, por cuanto por él todas las cosas alcanzan su perfección. Pruebas de ello pueden extraerse del hecho de que todo cuerpo orgánico tiene tres dimensiones: largo, ancho y alto; y cuatro límites: punto, línea, superficie y sólido, sumados los cuales conjuntamente resultan ser 7. Mas hubiera sido imposible que estos cuerpos fueran medidos por el 7 de acuerdo con su constitución a partir de tres dimensiones y cuatro límites, si no ocurriera que las formas de los primeros números, 1, 2, 3 y 4, que son los fundamentos del 10, contienen la naturaleza del 7, por cuanto dichos números contienen cuatro límites: el primero, el segundo, el tercero y el cuarto; y tres intervalos: el primero, que va de 1 a 2; el segundo, que se extiende de 2 a 3; y el tercero, que separa 3 de 4.

Los demás filósofos afirman que toda el agua es uno de los cuatro elementos de que está hecho el mundo. Moisés, en cambio, gracias a que con visión más aguda está habituado a contemplar y aprehender exactamente aún las cosas más remotas, entiende que el gran mar que sus continuadores llaman océano, reconociendo que los mares navegados por nosotros tienen dimensiones de puertos comparados con él, es uno de los elementos, una cuarta porción del universo; pero distinguió el agua dulce y potable del agua salada del mar, y la asignó a la tierra, considerándola una parte de ella, no del mar, por la razón expuesta anteriormente, es decir, que la tierra mantiene su cohesión, cual si estuviese atada, gracias a la dulce cualidad del agua, semejante a una adherente cola.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario